Las tarjetas numeradas están dentro de un frasco con agua tibia, es el agua de la primavera que llueve segundos antes de morir dentro de algún lago pequeño y plateado.
El teléfono calla, no cuenta nada ni pasos atrás, espera, hay inscripciones en una piedra, que me dicen que recuerde cada uno de tus gestos, calla, piensa en cal que de tú cara solo nos quedará la arena; imagina, que como un ratón atado a la cuerda que lo ahoga, que lo ahorca, intentarás pintar mensajes de salvación con un pintalabios en las paredes desnudas de tú alma, de tú celosa y encogida alma, no te cubras tras las pantallas que en negro fundido hierven lentamente los espectros de luz y se auna a ese fervor un ninguneo, no ves que el león no admite tamaños decesos, que se abraza a las llaves y que aún con sus garras carcomidas le dará un zarpazo al deseo, no le valen las bolsas llenas de acogedoras esferas vidriadas y rebosantes quimeras materiales.
Se ha vuelto opaco verdad, estas disonancias que con el torno consigo apenas domar se vuelven malvas melodías, pero como siempre y desde hace mas de diez años, cuando la música murió, no tengo más remedio que robarlas del estante frío de una mirada caliente y grabarlas en piedra para que no muera también la poesía en un ruín ataúd adormecida y vestida de roble.
Llegué, ví y saqué la tarjeta para conseguir hacer esta mancha aún mas grande para invadir los aledaños, dicen que vivir soñando es de niños, pero hoy voy a comprar hasta hacer desvanecer el mercado, hasta sufragar cualquiera de vuestros gastos voy a comprar cada sueño que yace olvidado, por ufano, por tópico o utópico, voy ha seguir con mi vuelo cigüeñas dejando trás de mi estelas blanquecinas que inocentes te picoteen graciosas el corazón, tú gesto sigue arrugado, tarda, que todavía estoy a tiempo de tirarme del nido caliente para capturarte al vuelo, oye, adoro tanto que mis oídos ardan con tus murmullos que no me habré quedado harto que tras tirar de este plástico he desbordado tú frasco, no me juegues ni deshagas los nudos, oigo tanto y estoy tan ilunado que oprimiré con uno de tus gestos el tiempo porque me han impuesto este sueño.
Alfonso Valverde (1997-2008)
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