Aturdieron la tarde en calma
pidiéndome las flores de un arroyo
cuando yo corría entre cañones
devastando celdas, brindando libertad.
En las cúpulas se construyó a hachazos
un rechazo recíproco de manos partidas,
me golpearon los guardianes
y no tuve más que ahogarles entre granos de trigo,
violento desmarcado de las horas
en rápido vuelo que dió pie a la cobardía,
me infiltré después entre ojos de puentes
y por el foso derribé un castillo
como cartas barajadas al azar,
fuí estúpido y minúsculo pero todavía pensaba
que esta calma había sido deshecha años atrás
almohadillada entre la civilización,
ahora me cojea el nerviosismo
y con la inseguridad abro tiendas
con objetos de hielo,
abrir las puertas a las muchedumbres
es exhausto tras ver caídos
estos ladrillos partidos como la vida en vuelcos.
Alfonso Valverde (1996-2008)
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